sábado, 4 de junio de 2011

A PROPÓSITO DE LA COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN DE FENÓMENOS AEROESPACIALES (CIFA)

Por el Dr. Oscar A. Galíndez*

      Movido por la inquietud y el beneplácito que me inspira la reciente creación de la Comisión de Investigación de Fenómenos Aeroespaciales (CIFA), de la Fuerza Aérea Argentina, me permito modestamente formular algunas reflexiones personales que podrían resultar de alguna utilidad orientacional al respecto.

        Obviamente no deviene suficiente la existencia de la Comisión y sus distinguidos componentes originales. Hay que conformar asimismo un respetable staff de técnicos, estudiosos y científicos que puedan colaborar externamente con la misma.

        Al respecto, y a propósito de los analistas civiles –que operarían como asesores- es frecuente la utilización de calificaciones, como la de “especialistas” o “expertos”; pero no me parecen apropiadas puesto que pueden aparecer como desmedidas y ampulosas frente a la propia naturaleza desconocida del fenómeno. Más bien correspondería aludir a “estudiosos” de las múltiples facetas caracterizantes de estas manifestaciones fenoménicas. Muchos de estos analistas llevan en nuestro país varias décadas investigando la problemática y pueden –al igual que los organismos y/o entidades civiles serios- brindar valiosas aportaciones, volcando en la comisión toda su rica experiencia analítica y metodológica, particularmente en lo concerniente a la ineludible investigación de campo.

        Pero -como ya apunté- la cuestión no se agota con el solo concurso de estos estudiosos. En efecto, debe admitirse apriorísticamente un dato objetivo insoslayable: el analista Dr. Paul R. Julian subrayaba en el Informe de Colorado que, “excepto en el caso de ciertos estudios psicológicos, no podemos colocar el problema Ovni en un laboratorio para medirlo y estudiarlo. Debemos aceptarlo tal cual ocurre.” (Scientific Study of Unidentified Flying Objects, Bantam Books, Enero 1969, p.805). Esto nos lleva a reconocer ab initio el carácter interdisciplinario del estudio del fenómeno, el cual –como tal- exige la necesidad de ser investigado merced a la contribución conjunta de los conocimientos que otras disciplinas o ramas del saber humano puedan proporcionar al respecto.

        Sobre este punto, se ha dicho con inusitada exageración que “el verdadero ufólogo será simultáneamente un físico, un químico, un médico, un astrónomo, un filósofo, un ocultista, un teólogo, un parapsicólogo, un psicoanalista, un investigador, un ser dotado de todas las potencialidades pluridisciplinarias” (Ufologie: catalyseur scientifique?, Inforespace, Bélgica, nº 28, julio 1976, p.21/22). Pero como las limitaciones cognoscitivas humanas son obvias, no puede aceptarse semejante pretensión de omnisapiencia contemporánea. La investigación científica del fenómeno Ovni, reclama del concurso o formación de campos interdisciplinarios que se conjuguen en un objetivo común. Advierto con beneplácito que la Comisión Argentina se orienta hacia este rumbo correcto, aunque insisto en que tampoco puede prescindirse de otros numerosos analistas serios y de vasta experiencia en la problemática. El Apéndice X del ya citado Informe de Colorado, reproduce el staff completo de los estudiosos, técnicos y científicos que conformaron su cuerpo de consulta. Bien podría servir de guía interdisciplinaria para la apropiada constitución y desenvolvimiento de esta flamante Comisión Argentina (ob. cit., p.938/941).

* Dr. Oscar A. Galíndez, abogado con destacada trayectoria en Córdoba y Jujuy, se desempeñó como procurador por la Universidad Nacional de Córdoba, como docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Jujuy y es autor de seis libros jurídicos. De larga trayectoria en el Poder Judicial de Jujuy, donde alcanzó a presidir el Superior Tribunal de Justicia, máximo cargo al que puede aspirar un profesional del derecho en la Argentina.
Paralelamente, se dedicó al estudio científico del fenómeno ovni desde 1960, fue el primer representante en la Argentina de la Flying Saucer Review (Gran Brataña), el NICAP (Comité Nacional de Investigaciones sobre Fenómenos Aéreos) y la APRO (Organización Investigativa de Fenómenos Aéreos), ambas en Estados Unidos. En 1966, co-fundó el CADIU (Círculo Argentino de Investigaciones Ufológicas) en la ciudad de Córdoba. Escribió los primeros artículos científicos sobre el tema para la revista Aero Espacio, órgano oficial del Círculo Aeronáutico de la Fuerza Aérea Argentina, así como colaboró para revistas extranjeras como Phenomenes Spatiaux, Lumieres dans la Nuit, Inforespace, Australian Flying Saucer Review y Stendek. Publicó dos libros ufológicos: Informe sobre los Objetos Voladores No Identificados (1968) y Los Ovnis Ante la Ciencia (1971). Dirigió "Ovnis, un desafío a la ciencia" (1974-1976), la mejor revista ufológica de circulación masiva que se haya ofrecido en la Argentina, comparable a las más relevantes publicaciones europeas.

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