jueves, 20 de septiembre de 2018

NOVEDADES DE LA BASE DECEPCIÓN EN EL CAFÉ UFOLÓGICO RIO54 Y MÁS HISTORIAS IMPACTANTES



Estuvieron presentes en nuestra reunión del jueves 6 de septiembre de 2018, Diego Cantiano, Jorge Fmil, Héctor De Rosa, Ricardo Durán, Isidoro Markus, José Fandi, Sofía Poeta, Joaquín Lopumo, Mabel Costea, Mario Coen, Carlos Vales, Rubén Romano, Alberto Portalet, Daniel Postizzi, Lali Alvarez, Luis Baynham, Luis González, Miguel Arjona, Karina Zabala, Abel Leguizamón, Marta Fuster, Javier Stagnaro, Horacio Sorbaro, Orlando Burgos, Diego Golía, Carlos Spinelli, Jorge Moauro, Mirta E. Cenizo, Carlos C. Guari, Víctor Silva, Walter Esteban, con la coordinación de Mario Lupo y Rubén Morales. Disculpas si en esta lista hemos olvidado a alguien!


Cada reunión del Café Ufológico RIO54 es diferente. Pero siempre es un revelador encuentro para escuchar atrapantes historias y conocer a nuevos participantes que vienen por primera vez a nuestra mesa de conversación sobre ovnis y temas conexos. En septiembre, una vez más nos convocamos en el restó autoservicio Bellagamba de Avellaneda 399 en Caballito para darle la bienvenida en su primera visita a Mirta Cenizo, Víctor Silva, Walter Esteban y Carlos Guari. Mirta se presentó expresando su interés por los temas que nos reúnen, sin tener experiencias para contar, salvo algunas intrigantes premoniciones que luego fueron confirmadas por los hechos.

Así es RIO54: Agradables charlas en un clima de amistad.
Walter Esteban nos dijo que recién regresaba de su primer y accidentado viaje a la mítica ciudad de Capilla del Monte, donde no tuvo observaciones a destacar pero sí diversas vivencias y hasta una inexplicable caída en el Uritorco que terminó con un traslado en ambulancia.

Por su parte, Víctor Silva, ecuatoriano, estudiante de medicina en Buenos Aires, llegó expresando su interés por las historias relatadas en el libro "Los ovnis de la Antártida" y -viniendo de Ecuador- lógicamente fue interpelado por los presentes sobre la enigmática Cueva de los Tayos. Mencionó los libros de Erich Von Däniken, habló sobre la expedición guiada por el explorador húngaro-argentino Juan Moricz en la que participó el astronauta Neil Armstrong y mencionó rumores de que en esas intrincadas cavernas habría una estatua de oro de 15 metros de altura. 

El oficial Carlos C. Guari habla sobre su experiencia en la Base Decepción.
También en esta reunión del Café Ufológico RIO54 fuimos honrados por la presencia del Teniente de Fragata Carlos Conrado Guari, quien el pasado verano fue Jefe de la Base Decepción en la Antártida Argentina, la misma base que en 1965 había sido el epicentro de las observaciones de ovnis desde territorio antártico que conmovieron a la prensa mundial. Carlos Guari comentó que llegó a ese destino con conocimiento previo sobre esos hechos, ya que se había informado sobre los relatos del Capitán Daniel Perissé, quien en 1965 era el comandante de dicha base y resultó ser un privilegiado protagonista de los avistamientos y -a posteriori- su principal investigador y comunicador.

El oficial Carlos Guari en Decepción. Fuente Gaceta Marinera.
En Decepción, la casa principal y la casa de emergencia son las mismas que estaban en los tiempos en que se vieron los ovnis. Carlos Guari explicó que cada año se trabaja en el mantenimiento y renovación de las instalaciones para conservarlas en óptimas condiciones de habitabilidad. También se encuentra en funcionamiento el sismógrafo, de gran utilidad científica teniendo en cuenta que toda la isla es un volcán activo, con fumarolas que emiten vapores en sus playas. Además esa base argentina siempre se destacó por ser una de las pocas en la Antártida que posee servicio de agua corriente, la que se extrae de una napa subterránea y se envía por un acueducto hasta la casa principal, a diferencia de la enorme mayoría de las bases antárticas, donde el personal todos los días debe dedicarse a la laboriosa tarea de "hacer agua" derritiendo bloques de nieve.

Rubén Morales, autor de "Los ovnis de la Antártida"
En su Salta natal a Guari siempre le atrajo la observación del cielo, aunque nunca vio algo fuera de lo conocido. Cuando estuvo en Decepción, inspirado por los avistamientos de 1965, solía aprovechar las muy pocas noches de cielo despejado que tiene esa isla para hacer salidas de observación junto con otros camaradas, en la esperanza de sorprender algún fenómeno aéreo inusual desde las solitarias playas de Puerto Foster. En esas excursiones vieron luces con desplazamientos continuos que son compatibles con satélites artificiales, nada fuera de lo común. En cambio, sí hubo otro tipo de cosas que les causaron alguna inquietud. Ciertas noches se escuchaban sonidos que parecían emitidos por algún animal, pero cada vez que salían con las linternas no encontraban nada. Otra cosa curiosa fue que un integrante de la dotación tomó una foto nocturna del paisaje en la que se vislumbra una silueta humana cubierta por una capa amarilla con capucha, como si fuera un pescador, con la zona correspondiente al rostro totalmente oscura...

Bien se ha dicho que estar en la Antártida es lo más parecido a estar en otro planeta, y debe tomarse con naturalidad que en ese entorno desolado, de inmaculada pureza, se despierten en el alma humana percepciones sutiles que de ordinario están bloqueadas por el estrés, la rutina y la saturación sensorial de la artificial vida cotidiana en nuestro mundo civilizado.

Rubén Romano en charla con Carlos Vales y detrás Mabel Costea.
Esas anécdotas antárticas fueron un buen detonador para que diversos integrantes decidieran compartir algunas observaciones personales que recuerdan de manera especial, tal el caso de Karina Zabala que habló sobre avistamientos y fotografías de orbs, luego el antropólogo Héctor De Rosa recordó un episodio que marcó su adolescencia: Hacia 1973 o 74 le sorprendió ver una bola de fuego con una larga cola que pasaba sobre un monte de eucaliptos, en tanto que Diego Cantiano -uno de los más consecuentes participantes de RIO54- hace pocos días vio una luz y creyó sentir un mensaje interior "no perder el camino para no caer en la locura, no temer porque en la vida tenemos que seguir explorando"

Hablando Diego Cantiano, luego Mario Lupo, José Fandi y Diego Golía.
Diego Golía develó dos experiencias que lo conmovieron y que en reuniones anteriores había preferido reservarse. La primera sucedió cuando tenía 8 o 9 años y vivía con su familia en una zona descampada en Libertad, Partido de Merlo, oeste del Gran Buenos Aires. Recuerda con mucho cariño que su abuela Josefa (que era enfermera y apasionada investigadora de temas sobrenaturales) una madrugada lo despertó para que salga a ver algo extraordinario: Una gran bola de fuego rojizo surcaba el cielo paralela al horizonte, dejando una larga cola luminosa detrás, daba la impresión de ir quemando las copas de los árboles a su paso. Fue visible por cerca de diez minutos y tenía un aspecto que hacía recordar a la imagen del sol en esas fotografías astronómicas que muestran las manchas y fulguraciones.
Lo curioso es que cuando tenía 14 años y se dirigía a la escuela industrial acompañado por su padre, volvió a ver exactamente lo mismo. Era una mañana fría, nublada, oscura y estaban esperando el colectivo en una parada de Ituzaingó cuando vieron descender lentamente una bola de fuego frente a ellos que bajaba como si fuera en cámara lenta, hasta quedar detrás de unos pinos situados a unos 100 metros. Por un momento se vio el fulgor que se recortaba detrás de los árboles y finalmente se extinguió. Diego calcula que la esfera tendría un diámetro de 50 metros y le pareció igual a la que había visto cuando era niño.

Joaquín Lopumo contó que en los años 90, en un área rural de Bragado, Provincia de Buenos Aires, cierta noche un productor ganadero se despertó sobresaltado por los mugidos de las vacas. Se asomó por una ventana y vio que dos esferas luminosas, una detrás de la otra, se iban acercando a la casa. Asustado, el hombre tomó su escopeta y les disparó para tratar de ahuyentarlas, pero continuaron su avance, imperturbables. Las esferas llegaron hasta la casa y acto seguido desaparecieron, pero justo entonces se levantó un fortísimo viento que hacía volar todas las cosas y golpeaba las puertas con estrépito. Pasado un rato, todo volvió a la calma. Cuando el hombre preguntó en el vecindario para ver si podían darle alguna explicación, le dijeron -en base a la cultura del lugar- que podía haber sido víctima de un trabajo de magia.

Rubén Morales, Abel Leguizamón y Karina Zabala.
Y esto sólo es un pequeño resumen de los temas abordados en el Café Ufológico RIO54 de septiembre. La próxima reunión será el jueves 4 de octubre como siempre el primer jueves de cada mes a las 18:30 en el restó Bellagamba de Avellaneda y Eleodoro Lobos, barrio de Caballito, Ciudad de Buenos Aires. Los esperamos para un nuevo encuentro con estas fantásticas historias que nos conectan a una realidad que es inquietante pero que habitualmente no tiene cabida en los medios masivos. 
Recordamos que solo se abona la consumición como en cualquier local gastronómico y es necesaria una consumición por persona, también como en cualquier restó. Las reuniones no se filman ni se graban y si alguien lo hiciera es bajo su absoluta responsabilidad, solo tomamos unas fotos para ilustrar breves resúmenes como éste. Hasta el 4 de octubre!






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